Muchos de los objetos que utilizamos en nuestra vida diaria están compuestos de metal o lo contienen en mayor o menor medida. Y muchos de estos metales son reciclables. Se pueden volver a fundir para obtener una materia prima de la cual fabricar nuevos productos u obtener aleaciones.
Los metales reciclables más comunes
A medida que la tecnología avanza, además de los metales más comunes en la vida cotidiana, empezamos a ver cada vez más otros metales que están estrechamente relacionados con la electrónica. Metales poco comunes, pero de gran valor para la fabricación de dispositivos electrónicos como teléfonos, ordenadores, baterías y sistemas energéticos relacionados con las renovables.
A diferencia de lo que podríamos pensar, prácticamente todos los metales son reciclables. En muy pocas ocasiones reciclar no es una opción debido a los desafíos técnicos, económicos o de seguridad.
Metales radioactivos como el uranio o el plutonio son altamente peligrosos y deben procesarse en instalaciones especializadas. Las aleaciones complejas y de metales diluidos son muy difíciles de separar de manera rentable, llegando a superar el coste de mercado el proceso de separación. Hay metales comunes que, si entran en contacto con sustancias tóxicas o residuos industriales, puede ser peligroso y requerir un proceso de descontaminación muy costoso.
¿Por qué conviene apostar por el reciclaje de los metales?
La principal razón por la que se debe reciclar todos estos metales es que no pierden sus propiedades tras reciclarse. Una vez que un elemento ha llegado al fin de su vida útil, se funde e inicia una segunda, tercera o cuarta vida.
Además, supone un ahorro económico importante al no tener que extraer de nueva cuenta los minerales de la naturaleza. Un proceso altamente contaminante y puede evocar a la falta de recursos en un futuro no muy lejano.















