El reciclaje y la reutilización de elementos como envases de plástico, vidrio, ropa de segunda mano y papel van incorporándose lenta pero seguramente a nuestra rutina diaria, conscientes como somos de los indudables beneficios que reporta en campos como el medioambiente y el ahorro energético.
Al reciclaje de chatarra le ha costado más arrancar. Un factor determinante ha sido, y es, el desconocimiento de gran parte del pequeño empresario y del ciudadano particular de las ventajas que esta industria reporta a la sociedad en general y, en especial, al bolsillo del propietario de los metales desechados.
Si, la chatarra nos aporta dinero. ¿Mucho dinero? Depende. ¿De qué depende?
De la cantidad de kilos y de la clase de metal del que estemos hablando. ¿Qué metales se pueden reciclar? Principalmente el cobre, el acero, el aluminio, el latón y el hierro. Lamentablemente a menudo se tiran a la basura debido, sobre todo, a la falta de conocimientos para diferenciar los diferentes metales unos de otros y a la falta de información sobre el funcionamiento del sector del reciclaje metálico.
Existen básicamente dos tipos de chatarra metálica: ferrosa y no ferrosa. Determinar si la chatarra tiene hierro o no, y clasificarla adecuadamente, es el primer y más importante paso antes de llevarla a reciclar.
La forma más fácil de averiguar qué tipo de metal se tiene es mediante el uso de un imán. Si el imán se pega al material, es ferroso, algo común en metales como el acero o el hierro. Si el imán no se pega estamos ante metal no ferroso. El cobre, el aluminio, el bronce y el acero inoxidable se clasifican como metales no ferrosos. Estos metales son muy valiosos para reciclar y valen mucho más dinero.
Según la cotización a febrero 2015, algunos de los metales más apreciados son, en este orden: Estaño, Níquel, Cobre, Zinc, Aluminio, etc. Aparte, por supuesto, de los metales preciosos (oro, plata, etc).
Cierto, requiere algo de tiempo, algo de esfuerzo y algo de concienciación por nuestra parte. Pero a cambio tendremos al menos estos tres estímulos:
1.- La satisfacción de trabajar por un medioambiente menos degradado
2.- Nuestra cooperación en el ahorro energético
3.- Dinero contante y sonante en nuestro bolsillo.
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